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enero 22, 2016Edwin Cameron es un veterano y reconocido juez del Tribunal Supremo de Sudáfrica y el único funcionario de este órgano público en reconocer ser portador del VIH/SIDA. En su libro Whitness to AIDS (Testigo del SIDA) da una sincero testimonio de su propia experiencia conviviendo con esta condición, el ambiente político de negación, y la dificultad que sufren millones de personas, en Sudáfrica y en el resto del continente, para acceder al tratamiento. Cameron fue el ganador 2009-2010 del Premio Brudner de la Universidad de Yale y reside actualmente en Johannesburgo. Massimo Gava tuvo la oportunidad de entrevistarle.
por Massimo Gava
Massimo Gava: Usted afirma ser la única persona en un puesto similar que ha puesto las cartas sobre la mesa sobre cómo se convive con el SIDA en Sudáfrica. Desde esas declaraciones, y de la publicación de su libro, ¿ha podido percibir algún cambio en la percepción de la gente acerca de la situación del SIDA?
Edwin Cameron: Once años han pasado desde que hice mis declaraciones, y ha habido un inmenso progreso en cuanto a la comprensión de la enfermedad y el combate contra el estigma. Pero curiosamente muy pocas o ninguna de las figuras públicas en África habla abiertamente sobre su seropositivismo o seronegativismo. En Sudáfrica, esto en parte se debió al presidente Mbeki y su actitud de negación del SIDA -que acalló sensiblemente cualquier tipo de debate sobre el tema. Pero fuera de Sudáfrica hay también una palpable ausencia de líderes políticos que deseen hablar de cómo conviven con el VIH, aunque sabemos perfectamente que los hay. Esa dificultad sigue siendo debida, creo, al hecho de que el VIH se transmite a través del contacto sexual.
MG: En su libro, escribió «La razón primaria por la que los medicamentos eran inaccesibles para el mundo en vías de desarrollo era por los precios impuestos por los productores». ¿A qué nivel han perdido las clases políticas el contacto con la realidad, permitiendo a las compañías beneficiarse a costa de las mismas personas que los eligieron para estar donde están?
EC:
Puede que haya quien saque provecho de los medicamentos, pero la fuerza del activismo se mantiene. La historia de la epidemia del SIDA muestra lo que un activismo bien enfocado y con una buena base de principios puede conseguir. En 1997, cuando empecé a tratarme, los medicamentos estaban fuera del alcance económico de todos salvo para el segmento del 1% de la población más rica. Ahora, casi un millón de personas en mi país están recibiendo tratamiento gratuito a través del sistema de sanidad pública. Es un excelente éxito. El coste de las medicinas se ha convertido en un relativamente pequeño factor en la salvación de vidas de la epidemia del SIDA. Los problemas más importantes son la infraestructura de la sanidad y el liderazgo político. Pero aunque ha costado, esa batalla ha sido de largo vencida.
MG: ¿Hay alguna ley en Sudáfrica que pene a quien infecte a sabiendas a otros?
EC:
He luchado durante mucho tiempo contra leyes criminales cuyo objetivo era específicamente los que sufren el VIH. Esto se debe a que aumentan ese estigma. En Sudáfrica hemos conseguido rechazar una específica ley criminal para los portadores de VIH. Uno de nuestros argumentos principales es que la ley criminal ordinaria ya es lo suficientemente efectiva para ser aplicada en el caso de que alguien, que sabe que es VIH positivo, deliberadamente lo contagie a otro.
MG: ¿Fueron los grupos religiosos responsables en parte de la epidemia de SIDA en África?
EC:
El dogma religioso ha jugado un desdeñable y negativo papel en la epidemia en África, especialmente cuando algunos grupos se opusieron al uso del preservativo o se persiguió a los homosexuales. Los hombres gays son un grupo particularmente vulnerable en este tema.
MG: Usted ha dicho «Un nauseabundo legado colonial de pensamiento racista e intolerancia ha plagado nuestro entendimiento del SIDA en África». ¿Cómo describiría la situación actual?
EC:
Afortunadamente, desde que el presidente Thabo Mbeki dejó el cargo hacia finales de 2007, la negación oficial del SIDA ha quedado atrás. El nuevo ministro de sanidad, Aaron Motsoaledi -doctor con experiencia directa con las poblaciones rurales más pobres- es franco, comprometido y determinado. Y el hombre que derrocó a Mbeki, el presidente Zuma, ha hablado siempre con franqueza sobre el tema. Los mocos de la era Mbeki se han ido. Ahora podemos hablar con franqueza sobre el VIH como algo que se transmite sexualmente -un prerrequisito para el derribo del estigma y la discriminación, y para poner a la gente en tratamiento
MG: En su libro, aclama que «la opresión y la subordinación racial son un legado que los colonos blancos en África y que es algo que los sudafricanos se están viendo con dificultades para erradicar. Fingir que no ocurre es la última opción». En su opinión, ¿qué debería hacerse para cambiar esta situación?
EC:
El legado del racismo está remitiendo lentamente. Ya más de la mitad de los sudafricanos de clase media (52%) es negro africano. De todas formas, las disparidades aún perduran. Hay un residuo de prácticas de racismo blanco y el bienestar permanece sesgado: Sudáfrica es uno de los países con mayor desigualdad. El constitucionalismo -que es la administración legislativa, la separación de poderes y una aplicable carta de derechos- ofrece la mejor vía hacia la prosperidad y la dignidad humana, particularmente desde que la carta magna sudafricana incluye derechos socio-económicos. Esto quiere decir que el gobierno está en un continuo deber de proveer a todos el mínimo de recursos para la supervivencia, y que las cortes puedan supervisar cómo el gobierno lleva a cabo esta tarea. Los países de África donde la administración legislativa ha fallado, incluyendo a los países vecinos, Zimbabwe y Swazilandia, auguran un mal presagio de lo que podría ocurrir aquí si nuestro proyecto constitucional no tiene éxito.
MG: «No soy virólogo, ni demógrafo, ni sociólogo, ni epidemólogo, ni siquiera -salvo en lo que respecta a la práctica legal y a los deberes judiciales- un estudiante del carácter humano. Pero yo doy mi punto de vista». ¿Cuál es su visión general del estado actual de Sudáfrica?
EC:
Estoy preocupado: preocupado por el terrorífico nivel de criminalidad, preocupado por el descarado aumento de la corrupción; y preocupado por el crecimiento económico y la desigualdad. De todas formas, me mantengo cautelosamente optimista. Creo que Sudáfrica tiene suficiente gente preparada y trabajadora, muchas de las cuales están extremadamente dedicadas a un buen funcionamiento y una democracia económicamente próspera.
MG: ¿Cree que la diferencia entre ricos y pobres se ha estrechado tras estos años sin el apartheid?
EC:
Hay más negros que blancos que componen la clase media. Pero la diferencia entre ricos y pobres ha crecido desde la democracia. Para ser más específicos, la disparidad de la riqueza en Sudáfrica se ha convertido más en un asunto de clase más que de raza. La pobreza ha dejado hace tiempo de ser un asunto racial. Eso erradica un problema, pero nos deja uno mayor: pobreza y desigualdad.
MG: ¿Cómo se mantiene unida una nación como Sudáfrica con doce lenguas oficiales y cincuenta y dos grupos étnicos?
EC:
Bajo el apartheid, la extraordinaria diversidad de Sudáfrica -diferencia de color, raza, etnia, lengua, orientación sexual y cultura- fue motivo de opresión e injusticia. Con la constitución democrática, nuestras diferencias son una fuente de celebración y fuerza.
MG: Sudáfrica vivió una de las más pacíficas revoluciones en la historia de la humanidad, y aun así es una de las naciones con las más altas cifras de crímenes del mundo. ¿Qué podría hacerse para mantener esto bajo control?
EC:
Numerosas cosas nos ayudarán a combatir efectivamente el crimen: una sería una fuerza policial bien entrenada, eficiente, honrada y activa, la cual ahora no tenemos. Otra sería el establecimiento en la cultura nacional la denuncia del criminal, especialmente de criminales violentos, en lugar de ofrecerles auxilio. Eso tampoco lo tenemos todavía. Ambas condiciones requieren un liderazgo de integridad y determinación. Hasta que se llegue a estas condiciones, la aterradora ola de crímenes violentos y no violentos continuará.
MG: ¿Cree que Sudáfrica ha conseguido lidiar con su pasado y es ahora una nación madura?
EC:
Estamos en camino de conseguirlo. Habiendo sido anfitriones del World Cup hemos traído una lluvia de positivismo interpersonal que transciende lo racial, la clase social y las barreras geográficas.
MG: Usted ha luchado por los derechos de los pobres, ha compartido muchas experiencias con ellos, y ha superado numerosos obstáculos para alcanzar una de las más altas posiciones en el país. ?Qué consejo daría a los jóvenes sudafricanos que buscan una oportunidad en la vida?
EC:
Les recomendaría centrarse y trabajar duro. Pero mi propia vida me ha enseñado que esto, por sí solo, no es suficiente. Yo trabajaba duro, era un niño ambicioso y centrado. Lo que hizo posible que escapara de las adversidades familiares fueron las oportunidades sociales que como niño blanco podía obtener. Así que realmente creo en el papel del gobierno para crear una sociedad más justa e igual para la generación sudafricana más joven.
MG: En el pasado afirmó: «Yo hablo, debo hablar. Mi vida me empuja a hablar». ¿Cuánto más le queda por decir?
EC:
Hay una gran disparidad y continua injusticia tanto en Sudáfrica como en el continente africano entero en áreas como la educación, la sanidad y las comodidades básicas. Espero tener mucho más que decir a respecto de esos tres grandes problemas. Me encanta ser juez. Los desafíos son estimulantes. Pero no soy solo un juez. Soy un hombre que vive el día a día con el SIDA y no creí que debiera permanecer callado. Tengo la energía y la voz para hablar y África y Sudáfrica me brindan la oportunidad de hacerlo.
‘Witness To AIDS’ Publicado en Inghilterra da IB Taurus.