Reino Unido, «Proud» de Ben
agosto 8, 2016Una mujer, una hija y el recuerdo de su padre.
febrero 6, 2017por Heidi Erdmann
En 2014, una estudiante solicitó un empleo a media jornada en la galería. Era reservada, vestía de forma extraña aunque interesante; me cayó en gracia y le di trabajo. Era tan despierta y rauda a la hora de encontrar soluciones a problemas informáticos que le pusimos el mote de «Dedos Centelleantes». Se llamaba Nicola Roos, nacida y criada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Nunca le pregunté por su formación, y ella jamás hizo por compartir detalles al respecto, hasta agosto de 2015, cuando preparábamos una exposición de nuevos talentos. Cuando le preguntamos si conocía a algún escultor que estuviera en el último año de estudios superiores, ella propuso mostrarnos imágenes de sus propios trabajos. Me sorprendió. Hominis Ruinis («La caída del hombre») fue una obra que creó durante su tercer año: había tallado a mano tres torsos femeninos en poliestireno, los había fijado a unas sillas y había revestido cada una por dentro con tubos de goma con alfileres. La incluí en la exposición de inmediato.
Cuando le preguntamos cómo había desarrollado la idea hasta llegar a coser con goma, su respuesta fue simple: «Presupuesto». Los materiales eran muy caros y como estudiante siempre buscaba experimentar con alternativas. Fue un sentimiento de curiosidad el que hizo que se detuviera frente al negocio de tractores que había en su barrio y allí se fijó en una pila de neumáticos. «La goma es sucia, lleva mucho tiempo limpiarla; pero es suave, maleable y fácil usar en mis trabajos».
En octubre de ese mismo año, Roos nos enseñó fotos en su móvil de una serie de figuras a tamaño natural en las que estaba trabajando. No se apreciaba la escala, aunque lo más impresionante era lo que conseguía hacer cosiendo con la goma. Ahora formaba tejidos, anudaba y trenzaba el material, consiguiendo complicados patrones y formas. A finales de noviembre de 2015, la serie terminada se instaló en el campus para su análisis: la escala, la atención al detalle y el uso de los medios era impresionante, así como lo eran el contenido en sí de la obra y su don para traer al presente un poco de una parte de la historia que ha sido olvidada.
Roos afirmó que la referencia para su instalación de «Tierra de nadie» era el único samurái negro que ha aparecido en la historia: un esclavo de Mozambique que sirvió al señor feudal japonés Oda Nobunaga, en el siglo XVI.
El esclavo fue vendido y trasladado a Japón por un cura jesuita. Nobunaga le bautizó como Yasuke, que se cree pudo ser una traducción al japonés de su nombre original. Recientemente se ha descubierto que Yasuke fue un «makua» (el mayor grupo étnico mozambiqueño) que anteriormente fue llamado Yasufe.
The slave was sold and taken to Japan by a Jesuit priest. Nobunaga gave him the name Yasuke; which may have been a Japanese rendering of his original name. More recently it was concluded that Yasuke was a Makua (the largest ethnic group in Mozambique) with the previous name of Yasufe.
La historia del samurái africano se menciona brevemente en algunas lecturas sobre antropología. A los estudiantes de Bellas Artes se les exigía complementar su formación con tres disciplinas de la rama de Ciencias Humanas, y Roos escogió Antropología, Arqueología y Filosofía. Ella piensa que la tercera es un buen nexo de unión entre las dos primeras. «Encuentro contenidos que explorar en libros de historia, pero esa través del proceso de razonamiento que consigo trasladarlos a la época contemporánea. La filosofía ha desbloqueado mi forma de razonar».
La serie de Roos fue incluida en nuestra lista de trabajos para la Feria de Arte de Ciudad del Cabo que tuvo lugar del 19 al 21 de febrero de 2016. Fue una opción bastante inusual, a la vez que arriesgada, puesto que es una joven de tan solo veintiún años y aún no ha acabado sus estudios. Dejando esto a un lado, las esculturas eran chocantes, bien trabajadas, bien acabadas y de contenido relevante. Había una única condición: nada de venderlas, a menos que fuesen a una colección académica o pública. Y así fue.
La repercusión en medios especializados hizo que las imágenes llegaran hasta Japón, y así recibimos un correo electrónico solicitando presentar a Roos y su obra allí.
Quedé muy satisfecho por la respuesta positiva que tuvo este trabajo, y por la consecución de mantener todas las obras vendidas en colecciones accesibles al público.
Nicola usó púas de puercoespín, cáscaras de huevos de avestruz y dientes de animal para adornar la armadura. Es comprensible penar que la elección de estos elementos se debe al bajo presupuesto del que disponía, pero cabe destacar que era también lo que el hombre que llegó a ser conocido como Yasuke había llevado en su viaje a Japón. Ella se rio cuando se lo conté y dijo: «¿Has encontrado esa referencia sobre un antiguo proverbio japonés que dice que para que un samurái sea valiente, debe tener un poco de sangre negra?».
Nicola Roos trabaja actualmente en su última obra. Y no suelta prenda de lo que se trata…