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marzo 28, 2018¿Pero… qué pasa con Cataluña? ¿A qué se debe toda esta hostilidad de la que estamos siendo testigos tanto dentro como fuera de España?
Antonio Muñiz nos pone en situación para entender el contexto del conflicto.
Cierren los ojos e imagínense este escenario: un líder político de una pequeña región de un país, situado ideológicamente a la derecha, decide que es hora de proclamar la independencia de su territorio porque ciertos colectivos la quieren y, además, como estrategia política no está nada mal. El presidente del Gobierno del país, también conservador, le planta cara y responde con hostilidad, a lo que el otro hace oídos sordos y organiza una votación, que no referéndum, para que la gente acuda a las urnas. Resumiendo: le sale mal, al poco se va de su gobierno, llega otro al que nadie ha votado, se cambian las siglas de los partidos y, con la ayuda de los grupos políticos de la izquierda, se ponen manos a la obra para organizar un referéndum, ahora sí… Aunque no, porque no es legal. Votan sobre todo los que quieren la independencia, ante lo cual el líder comparece anunciando que el Parlamento debe proclamarla (suenan gritos en las calles) pero seis segundos después la anula (suenan grillos en las calles). Unos días después, los miembros del Parlamento que abogan por la separación, y sólo ellos, votan la independencia y, ahora sí, el Gobierno del país se pone chulo, interviene el Ejecutivo de esa región, proclama elecciones y empieza a meter a sus miembros en la cárcel, aunque se presentarán a las elecciones; excepto al líder, al que no encuentran porque aparece en Bruselas, donde le detienen para ponerlo en libertad inmediatamente después y desde donde declara que a lo mejor hay otra solución para resolver el conflicto que no conlleve proclamar la independencia.
Es hora de abrir los ojos. ¿Creen que es una película de Woody Allen o de los hermanos Coen? Pues no es de ninguno de ellos, sino que se trata, muy resumido y sin todos los detalles, de lo que ha sucedido en España con el conflicto catalán.
Y muchos de ustedes se preguntarán por qué ha pasado esto, de dónde viene este conflicto. Pues responder a esta pregunta sería una irresponsabilidad por mi parte porque ni siquiera los historiadores se ponen de acuerdo: históricamente Cataluña, como el resto de comunidades autónomas españolas conformadas hoy, ha sufrido cambios de reinos y territorios. Imagínense con la extensa historia que tiene España… Pero uno de los argumentos que más se oyen, o se oían -porque estos van cambiando- es que Cataluña sufre de una situación en la que debe contribuir más para mantener a las regiones que no son tan ricas; parecido a lo que se oye por el norte de Italia. Además, los catalanes quieren tener más autonomía y gestionar su comunidad del todo. Aunque es una de las comunidades con más competencias del territorio español, ese deseo es algo razonable ya que se alega también otro argumento que ha venido cobrando fuerza con los últimos sucesos: el Gobierno Central les trata con hostilidad. Ahí, por mucho que usted esté en contra de los nacionalismos, hay que dar la razón a los catalanes.
Y es que el tema catalán siempre ha estado, de una u otra manera, en la agenda de los medios de comunicación españoles, pero es verdad que desde hace unos años la situación se ha agravado y el asunto ha ido copando más páginas y minutos de los medios. Y esto se debe a que el Gobierno de España no ha sabido gestionar bien este conflicto, sino que ha optado por la vía de la hostilidad. Seguro que están pensando en las imágenes de la Policía Nacional cargando contra manifestantes el día de la votación del “referéndum”, esas que tanto les han escandalizado. Pero no me refiero a eso, sino a la actitud que ha tomado ante las peticiones del Gobierno Catalán, siempre con un NO por respuesta ante todo y sin sentarse a dialogar. Y claro, si usted tiene un problema con alguien y no está abierto al diálogo con esa persona, ya sabe lo que pasará al final.
No seré yo quien les proponga la receta perfecta para solucionar el conflicto, o por lo menos no ahora después de lo que ha sucedido, porque no la tengo. Hay ciertos partidos políticos que abogan por permitir a Cataluña organizar un referéndum, legal y vinculante. Y creo que era lo que se debería haber hecho hace dos años, aunque me parece que hoy no hay tantas garantías. Otros son partidarios de convertir a España en un estado federal, semejante a la administración de Estados Unidos, aunque ya lo es en cierta manera porque, como decía antes, ya las autonomías tienen asumidas casi todas las competencias.
Pero lo más sorprendente de todo esto no es que unos digan unas cosas y que otros digan otras; ni que unos intenten que el otro pierda, sino lo que pasa en la calle: gente ejerciendo la violencia, porque aquel es independentista y este otro, no. Multitudes se manifiestan en todos los rincones del país; hay ciudadanos en el resto de territorios españoles que están boicoteando los productos que proceden de Cataluña… No les voy a contar lo que ha ido pasando con el expresidente catalán Carles Puigdemont y con el Gobierno Central porque eso ya lo han leído día a día en su periódico habitual. Y todo eso es mera estrategia política, un circo, un teatro, una película que no dirige ni Woody Allen ni los Coen, aunque podrían hacerlo. Cada una de las partes tiene sus propios intereses en que este tema esté candente.
Para empezar, a los partidos independentistas esta situación les genera votos. Nunca hasta ahora el partido del expresidente había luchado por la independencia de Cataluña. Y para la otra parte, al gobierno central le viene muy bien porque casi no se habla de otra cosa en los medios españoles, y así se tapan otros temas, como por ejemplo el de la corrupción, que es mucho más grave: han de saber que el partido que gobierna en España tiene imputados por corrupción a numerosos miembros repartidos por las administraciones de todo el país, se sabe de sobresueldos y “cajas B”, a la que se ha vinculado ya al presidente, Mariano Rajoy; se conoce también de destrucción de discos duros con documentos o viajes y reformas de sedes con dinero público. Pero, y esto es lo más sorprendente, esto no enfada a los ciudadanos españoles. Esto no hace que salgan a la calle con sus banderas, que se manifiesten. Ni que boicoteen la corrupción en las urnas. Y ahí está la clave que demuestra que estamos ante un espectáculo de circo: aquellos que se declaran patriotas y que su misión es defender España, se envuelven en la bandera para, bajo su tela, sacar la mano y robar a su país y a los que en él viven.
En fin, cuando alguien me pregunta por qué no quiero que Cataluña sea independiente, yo siempre apelo a los sentimientos. Yo estoy a favor de quitar fronteras, no ponerlas. Y además, como español, siempre he sentido Cataluña como una parte de mí. Llámenme sentimental. Seguramente tengan razón.