MALDIVAS EN TIEMPOS DE COVID
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febrero 19, 2022Nacho Hernández nace en León y crece en Valladolid pero su formación como pintor la llevará a cabo en la Escuela de Bellas Artes de Salamanca. En la actualidad trabaja y reside en Barcelona. Su obra pictórica toma como punto de partida el dibujo que realiza a partir de fotografías tomadas por el mismo. En estas utiliza como modelos tanto personas de su entorno mas próximo, incluso familiar, como gente que encuentra o conoce por la calle. A partir de estas imágenes organiza composiciones en las que se aprecia su interés y conocimiento de la pintura clásica aunque puesta al servicio de una visión subjetiva y personal y absolutamente actual.
La obra de Hernández está realizada en óleo sobre lienzo y abundan los grandes formatos en los que los personajes retratados miran siempre al espectador. En ocasiones utiliza como referencia o incluso como modelo personajes históricos o de ficción. Y es que su pintura, a pesar del realismo formal, tiene un evidente carácter simbólico. El artista no pretende reflejar la realidad ni reproducirla sino utilizarla para representar y comunicar aspectos de su propia biografía. En su caso ésta se mueve siempre entre los tradicionales extremos de lo carnal y lo espiritual, el eros y tanathos del mundo clásico, puestos al día con una estética que busca la identificación pero también la confrontación con el espectador. Es como si mostrándonos algunos de sus secretos, sus culpas y sus deseos, buscara exponer también los de aquellos que contemplan su obra.
La sexualidad como castigo.
El propósito del trabajo artístico di Nacho Hernandez es combinar diferentes imágenes para desnudar al personaje y encontrar un vínculo que lo puedas unir a él.
«Así es como concebí Hitler-La sexualidad como castigo, como la expresión del sufrimiento que viven las personas con HIV, algo que he experimentado en mi propia piel. No obstante, las personas seropositivas vivimos con un estigma. Somos juzgados y parece que en cierto sentido merezcamos un castigo.»
«Por ello, jugué con la imagen de Hitler como la representación más alta que existe del mal y de la crueldad del ser humano. Su interrupción en la historia provocó un cambio rotundo en el concepto del arte contemporáneo, que se hizo más introvertido y austero, afectando incluso, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, a la música.
Usé la figura de un personaje mundialmente conocido como la más alta representación de la perversidad porque me parecía perfecta para representar el vínculo entre el castigo y la vida sexual promiscua.
Hitler me parecía un personaje al límite de la condición humana, una figura muy interesante con la que trabajar. Nombrarlo no sólo no deja indiferente a nadie, sino que genera sentimientos de censura y repulsión. El mero hecho de observar su rosto despierta inmediatamente la controversia sobre la conducta del ser humano.
Decidí tomarlo como punto de partida; le desnudé y despojé de su imagen para hablar de una sexualidad promiscua, que deriva hacia enfermedades. Una forma de expresarse sexualmente que nuestra educación judeocristiana castiga, condena y juzga, con más intensidad a medida que tu conducta se confunde con cierta alusión a una sexualidad turbia y oscura como pueda ser el BDSM.
Así, trabajé sobre la figura de la maldad y de la culpa combinándolas con cuerpos con malformaciones congénitas inspirados en los cuerpos freak del circo americano, del filme de Tod Browning La parada de los monstruos (1932).
Fue tan sugerente abrir a un personaje público, que el siguiente paso en mi carrera fue desnudar a protagonistas de la cultura con los que me resultara estimulante trabajar. Este fue el caso de Samuel Beckett y de sus obras Útero-tumba y Becket/Madre; las primeras usando láminas de anatomía de los siglos XVII-XVIII, y la última inspirada en la relación materno filial del dramaturgo irlandés, cuyo rostro usé para crear una nueva combinación que conectara con imágenes de la serie “Madres solteras” de la fotógrafa holandesa Rineke Dijkstra.
Creé un escenario único con imágenes referenciales que, troquelándolas y haciendo collages con ellas, me permitió generar híbridos y crear personajes que pertenecieran a mi iconografía personal.
Siento que ha llegado el momento de ser yo el que se desnude públicamente, de permitir que el público escuche mi discurso como yo he escuchado el de los artistas que me seducen. Ahora me toca a mí, es la primera vez que muestro mi trabajo y lo saco del Estudio. Creo que mientras están encerrados en el Taller, maridan conmigo, con mi forma de ser, pero nunca crecen porque les falta la interpretación de los demás, no pueden ser juzgados.
Mostrar mi trabajo artístico es un acto de valentía, ya que soy consciente de que se me va a juzgar. Pero creo que si eres valiente consigues que esa obra se valore y se interprete de varias formas, lo que me ayudará a crear trabajos más potentes en el futuro.
El proyecto del tríptico de los “úterostumba” surge hace unos meses , tras la lectura de una de las biografías más íntimas en torno a Samuel Beckett. Me sedujo mucho el planteamiento de la obra centrándose especialmente en los aspectos más personales del huidizo escritor.
A lo largo del libro de Anthony Cronin “Samuel Beckett, EL ÚLTIMO MODERNISTA”, el autor destaca desde el principio la reiterada insistencia de Beckett en que conservaba recuerdos de la vida en el útero materno. Se citan también algunos textos sobre casos en los que el nacimiento psicológico se produce antes que el nacimiento biológico.
“…en una entrevista que concedió a los sesenta y cuatro años, Beckett declaró: Antes incluso de que el feto respire se halla en un estado de esterilidad, desolación y dolor. Yo tengo un recuerdo claro de mi existencia fetal.”
A medida que avanzaba en la lectura se me aparecían frases tales como “nostalgia del útero”, “…recuerdo de la vida en el útero materno” y “úterotumba”.
Entusiasmado con estos términos, el esbozo del tríptico se me apareció de forma clara; empezó a tomar forma.
(Tríptico “YERMA o la imposibilidad de tener hijos”3 cuadros de 200cmx140cm cada uno, óleo sobre lienzo – 2020)
«Yerma” (1934) es una obra teatral popular escrita por Federico García Lorca que desarrolla una tragedia de ambiente rural.
El tema principal es el instinto frente a la represión, ya que Yerma lucha porque su instinto le dice que debe ser madre, pero no lo logra, y por eso termina odiándose. Por un lado, a través de un gesto radical, se libera de la esterilidad de Juan, aunque no de su tragedia personal. Por otra parte, la determinación de Yerma de matar a Juan obedece en parte a su deseo de cumplir con una función impuesta por la sociedad; quiere tener hijos como las mujeres casadas que viven a su alrededor, pero al no poder tenerlos se libera de la carga matando a su marido.
(PIEDAD – 2021. Óleo sobre lienzo, 206cm x 180cm)
La idea surge de mi interés por la iconografía cristiana, de mi atracción por la figura de Cristo y el vínculo de dolor de la madre hacia su hijo. Me pareció muy estimulante trabajar ese concepto en un autoretrato con mi madre, siendo protagonistas y jugando con nuestras propias emociones.
(Autoretrato en posición fetal. Agustín Dibujo en acrílico y lápiz grafito sobre tabla, 50cm x 70 cm, año 2020)
Hay una sola intención en estos dibujos, trabajar la línea de forma analítica que genere volúmenes y formas sin necesidad de recurrir a las sombras y a las luces. Sólo a través de la línea se definen los espacios.
Se podría decir que la obra de Nacho Hernández se mueve permanentemente entre extremos: entre la figuración que reconocemos sobre el lienzo y el clima onírico que sentimos, entre los elementos reales que podemos reconocer y el ambiente de fantasía y ensoñación que percibimos, entre la fascinación que nos atrae y el rechazo que tiende a provocarnos, entre lo familiar y lo extraño, entre lo que queremos y lo que nos da miedo…