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De Reya von Galen
Una exhibición de más de cien obras de arte del artista del fin del siglo Henri de Toulouse Lautrec marca el ciento cincuenta aniversario de su natalicio (1864-1901) y busca traer a la luz pública un lado del artista menos conocido – una tristeza más allá de los celebrados carteles del Moulin Rouge. El broche de oro de la noche de la inauguración de la exhibición es un concierto único de la legendaria compositora de canciones, Juliette Gréco, quien nació en Montpellier en 1927 y aun agracia el escenario a la tierna edad de 87 años.
La exhibición de la obra de Toulouse-Lautrec estará hasta el 25 de enero del 2015. Esta exitosamente ilustra el lado más oscuro del pintor, quien murió a la temprana edad de 36 debido a complicaciones de la sífilis. Descendiente de una antigua familia aristocrática francesa, el sufría de desórdenes congénitos de salud atribuidos a que la familia practicaba la endogamia, con matrimonios principalmente concretados entre parientes. Más tarde en la vida sucumbió al alcoholismo y a los quebrantos nerviosos.
En su vida adulta llego a medir solo 1, 52 m, con un torso completamente desarrollado pero con las piernas del tamaño de un niño, al igual que supuestamente las genitales hipertrofiadas. Su presunta inhabilidad de disfrutar de una vida sexual normal en parte explica su alcoholismo, además de la sublimación de su frustración sexual en su arte. El pasó gran parte de su vida en prostíbulos y se convirtió en un gran amigo de las prostitutas, a quien famosamente inmortalizo en sus pinturas y sus carteles, las frecuentes relaciones lésbicas de ellas siendo un tema principal en su arte.
Clasificado al lado de Cézanne, Van Gogh y Gaugin, Toulouse-Lautrec es ahora considerado como uno de los pintores más importantes del periodo poste impresionista y le debe mucho a la influencia de los pintores impresionistas tales como Manet y Degas.
Él era una figura trágica que escondía su destino detrás de una máscara de alegría en los clubes que frecuentemente visitaba en la área de Montmartre de Paris y los extravagantes carteles por los cuales se haría famoso, heraldos de la publicidad moderna. Junto a sus famosas obras de arte, las pinturas que están en la exhibición en Viena son algunas menos conocidas, pero abren una ventana interesante y enternecedora del espíritu y el alma del artista. Entre ellas se encuentran obras del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, del Museo de Orsay en Paris y el Museo J. Paul Getty en Los Ángeles. Y claro está, el Museo Toulouse-Lautrec en Albi, su ciudad natal, para nombrar los más importantes.
Es el don del autor de observar los más pequeños gestos de la vida cotidiana, todo el tiempo distanciándose del mundo que está representando, que intriga y toca al observador. Pequeños gestos juntos a profundas emociones son también las características de la gran dama de la canción francesa, Juliette Gréco, cuya presencia en la apertura de la exhibición en Viena hizo del evento aún más memorable.
Vestida con un traje enteramente de terciopelo negro del cual inquietamente emergen su aun bello rostro y sus delicadas manos, ella deleito al público con canciones clásicas de Jacques Prévert, Jacques Brel, Léo Ferré y Serge Gainsbourg, para nombrar solo algunas. Su cara es aun tan expresiva y cautivante como hace tantos años atrás cuando ella era la musa de Jean-Paul Sartre y los grandes literarios de la orilla izquierda del Sena, al igual que ser la esposa de Michel Piccoli, sus manos subrayando sus canciones con emoción, su voz empapada de una ronca sensualidad y una sexualidad evidente. Fue una velada llena de profundidad y melancolía por tiempos pasados – emociones puestas al desnudo por la obra de ambos artistas.